En los principales debates
conceptuales de la Extensión Universitaria poco se ha explorado el trasfondo y
alcance de la perspectiva integral e integradora de esta función universitaria como
la vía posible hacia “la sostenibilidad dentro y fuera del campus universitario”.
Esto implicaría un movimiento a todo
nivel en que los procesos misionales de la universidad y las políticas institucionales generen un
compromiso social tanto de la docencia, la investigación, como de la extensión para la formación humanista, crítica
y transformadora, respecto a la
responsabilidad ambiental con la sociedad.
La Extensión Universitaria es sí
misma un movimiento hacia un futuro sostenible, por lo que su espectro de
acción debe proponer y gestionar la participación intra y extrauniversitaria en
programas y proyectos verdes con permanencia curricular, que se comprometan con la educación ambiental
a nivel de pre y postgrado. No se trata solamente de proyectos de reciclaje y
reutilización, ni de actividades de formación ambiental complementarias, sino
de un movimiento constitutivo de la universidad que permita un intercambio
dialógico de saberes ecológicos y que promueva la participación sostenible de
todos sus miembros.
Se trata de educar sobre sostenibilidad, por lo que la Extensión Universitaria ofrece un sinnúmero de alternativas para el trabajo en y con las comunidades, donde el quehacer de la docencia y la investigación se moviliza de afuera hacia adentro y viceversa, en torno a los desafíos del cambio climático, las energías limpias, la biodiversidad, entre otros temas.
Es a través de la Extensión Universitaria que la universidad puede visibilizarse como un centro de saberes para generar soluciones que promuevan el desarrollo sostenible y enfrenten el cambio climático. El primer paso es endógeno, es decir que la universidad reconozca sus propios déficits ecológicos y ambientales de modo que el conocimiento, los programas, proyectos y acciones que se gestionen estén cargados de la crítica transformadora. El segundo paso es exógeno, de la mano de la Extensión Universitaria donde la universidad compruebe en las comunidades la movilidad sostenible de sus acciones tanto de formación como de investigación. El tercer paso es el reconocimiento de la movilidad sostenible como un movimiento cíclico y evolutivo que se transforma en esa relación de la universidad con las comunidades.
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